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23 noviembre, 2011

Xa que Castroverde colaborou na guerra de Ifni aportando un soldado, aínda que involuntario, un heroe, o primeiro dos feridos de morte, precisamente na noite do 23 /24 -11-1957, tamén nos incumbe falar dela.

 
La Isleta (Las Palmas de G.C.). Venres, 23-11-2007. Cincuentenario do ataque a Ifni.
De esquerda a dereita: O Xeneral Ares, Mary Paz (neta do Gobernador Xeneral Gómez-Zamalloa; súa avoa era de Monforte), Diego Barber (que donou este monumento), XosefinaRielo Castiñeira e
Xosé María Gómez Vilabella (que participou como “Somatén” na defensa de Sidi Ifni).
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19-11-2011 Presentación no Auditorio Municipal de Ourense
da novela histórica “Boualam de Ifni”,
da que é autor o escritor catalán Antolín Hernández Salguero.
 
 
Intervención neste acto do noso colaborador Gómez Vilabella:

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Tengo el honor de presentarles una…, voy a decir, enciclopedia, pues el calificativo de novela sería una contradictio in terminus. ¡Transmutó mis creencias pues, antes de leer esta obra, servidor no creía en la transmigración de los espíritus; ahora, si! Este autor, este Antolín, no hubiese sido capaz de matizar esta creación, por imaginación, por información y por capacidad de análisis que tenga, si no se tratase de un ser reencarnado: Su antecesor vivió en Ifni; no sabría opinar si fue cristiano o musulmán, pero sí que vivió allí, vivió sus anécdotas, sus comedias y sus dramas, en definitiva sus gestas; ¡y lo hizo en unos años en que Antolín aún andaba por el París de los niños!

Percibo un resentimiento, un: ¡Si yo estuviese allí, y con mando en plaza, cuántas cosas serían distintas, cuantos errores hubiese aquilatado, eliminado! Esta percepción me hace suponer, casi diría intuir, que Antolín fue una de las víctimas de aquel error de cotas del Canarias…, y así está de resentido! No tienen mérito las ironías de quienes hemos vivido, personalmente, sobre el terreno, y en sus momentos cruciales, la novela de Ifni, aquella gran novela histórica, por no decir histriónica, pero sí lo hay en quien fue capaz de ver, y eso a posteriori, a través de las cortinas de la censura. ¡Esta obra la tecleó Antolín, por supuesto, pero su ordenador fue, es, metempsicósico; y me daréis la razón desde sus primeras páginas!

Julio Verne, por citar un caso notable, fue capaz de describirnos los piélagos de los siete mares sin salirse de su bañera; Antolín analizó el caso Ifni sin necesidad de cruzar el estrecho, y sin ponerse un tarbush por montera. ¡Os lo afirma y firma este servidor, actuando a los efectos como testigo presencial, de cargo! Otra tanta imaginación no tuvo Cervantes pues, en definitiva, don Alonso Quijano era un espécimen representativo de su país y de su época; por tanto, coetáneo suyo. He aquí el mérito: la capacidad de analizar la Historia en sus causas, y no simplemente contar lo que nos mandaron decir aquellos que mandaban cuando los hechos ocurrieron. ¡Así escribían los Cronistas, y ahí está la monotonía, el aburrimiento, de tantos libros, simplemente fechas, nombres y hechos de armas! Alguien dijo que, Historia es la narración de los sucesos sucedidos sucesivamente en la sucesión de los siglos! Pues no, que eso también lo pueden hacer los loros: Historiar es analizar, analizar sin piedad, descarnadamente, a estilo cirujano, para eliminar, para dilucidar, para desviar las deformaciones, las tendencias. También se nos dice que los pueblos que olvidan sus errores históricos están condenados a repetirlos. ¿Pero qué olvido cabe cuando ni siquiera se llegó a conocerlos?

No se piense, con estos prolegómenos, que se trata de un libro insulso, un análisis de laboratorio. ¡En absoluto! Hay verismo, inteligencia, percepción y penetración, pero también imaginación. ¡Mucha, y de la buena, harmoniosa y grata, tanto que escasea hoy en día, en esta época en la que el lector alza la cabeza a cada página de ciertas obras para preguntarse: ¿Este autor, esta autora, a donde me lleva; sabe lo que quiere, o lo que dice, o dice lo primero que se le viene a la péñola; no estará agitando una coctelera de palabras inconexas, de pensamientos inmaturos? “¡Dios, qué buen vasallo si hobiese buen señor!” ¡Dios, qué buen Autor, dirán tus lectores cuando te lean, cuando se adentren en esta obra!

Pues, eso, que para conocerte estamos aquí, nada menos que en Ourense, en la tierra del oro, un país áureo, y no sólo en metal, sino, y también, en literatura. ¿Será cosa de proclamar a nuestro Antolín hijo adoptivo? Antolín, suerte que tienes de que estemos en el siglo XXI pues si hubieses publicado este libro hace medio siglo, tu recepción no sería aquí, en este salón, sino en los de Pereiro de Aguiar. ¡Cadena perpetua…, para que no abrieses las ventanas del saber y de la verdad!

Si de algo podemos presumir los viejos es de nuestra experiencia, o lo que es igual, de los posos de nuestras vivencias; pues bien, la experiencia de mis tres cuartos de siglo devorando libros es la división básica de nuestras lecturas, pues hay dos clases de libros, dos clases de lecturas: las de matar el tiempo y las de aprovechar el tiempo. Para matar el tiempo vale todo, para aprovecharlo, no. ¡Hay tanto, y tan poco útil, útil sin por eso dejar de ser ameno! ¡Ahí está la maestría de ciertos autores, de los que son, a la vez, literatos y pedagogos!

Centrándonos en el presente: Es una narración que ata, que prende, que te lleva a donde quiere, y sin presión alguna, sugestionado por el buen decir. De paso, enseña y hace meditar al lector en lo que es capaz el ser humano, más allá de la cultura que tenga asimilada, cuando se ve en disyuntivas vitales. En definitiva, cumple el viejo aforismo pedagógico de enseñar deleitando.

El léxico es castrense, de lo más cuartelero, y por ende, verídico. Lo que antes dije: ¡Antolín estaba allí, en su ser anterior, y sonaron en sus oídos los “paqueos” del frente, de un frente sin frente; un frente atípico, de emboscadas; un frente teledirigido, dirigido a distancia, y ello por intereses creados, que diría Benavente, espurios!

¿Qué se puede aprender hoy en día reviviendo el sin sentido de aquellos combates? Ante todo, a amar la paz; y a optar por una convivencia de nivel diplomático. ¿Os parece poco? Aquello de los latinos de que, “Si vis pacem, para bellum”, quedó en ridículo, y de paso, obsoleto, en la tragicomedia de Ifni. En el fondo no queríamos la paz, ni la paz ni la convivencia, que es lo mismo, sino el retorno al Imperio, ¡y por el Imperio hacia Dios! Por eso no estábamos preparados para aquella guerra, para aquel ataque dorsal. ¿Es preparación, es previsión, además de miopía económica, no dotar de puerto a una…, llamémosle colonia, plaza de soberanía, o provincia costera? ¡Y para más inri, apelar al derecho, a la invocación, a la reivindicación, de una pesquería, la histórica de Santa Cruz de la Mar Pequeña! La “Pequeña” estaba en Agadir, pero esto no alcanzó a verlo ni siquiera el isleño León y Castillo.

Mandar no es fácil, y el mandante que ni siquiera es previsor, más que mandante es un mangante, un visionario, un soñador de espejismos. Caídas las colonias, surgió la generación reflexiva del 98; pero no todos reflexionaron, no todos eran intelectuales, ¡intelectuales o inteligentes!, que así nos llevaron en julio del año 1921 al desastre de Annual; y a otros posteriores, también. ¡Qué difícil debe ser la vía diplomática cuando tan pocos genios se dedicaron a ella! Fácil o difícil, pero siempre fue, y seguirá siendo, necesaria, imprescindible para erradicar, eso, de raíz, los grandes conflictos, y máxime en estos tiempos de globalización, cuando y donde todos somos competidores, rivales, vecinos o parientes, próximos o lejanos.

Tan ignominioso fue que Fernando VII le abriese a Napoleón las puertas de España, como que don Hermenegildo le pidiese a Hitler las llaves del Marruecos francés. Pero no paró ahí la cosa, pues detrás de eso vino el acogimiento en las medersas de aquellos “guatanes”, y García Valiño ofertando Ministerios en la Hípica de Tetuán, de paso que ridiculizaba la interdependencia ofrecida por Francia; con un largo etcétera que no viene al caso, pero que bien nos lo hizo pagar De Gaulle encubriendo, poco después, a los “guatanes” vascos. ¡Una por otra no es pecado, según el viejo dicho! Lo que sí es pecado es no reflexionar sobre las grandezas utópicas, sobre ellas y sus consecuencias, cual captó nuestro Antolín, un maestro que analiza, que enseña  deleitando, según demostrado queda.

En síntesis, y para no subir demasiado el telón, pues esta obra más que comentada merece ser leída, ya que se explica por si misma: Este Salguero, con un segundo apellido que invoca los Salix, más que un analgésico, más que un ácido acetilsalicílico, lo que nos proporciona con este libro es un agradable quebradero de cabeza al rememorar lo pecaminoso que es y las consecuencias que trae no dar a las cosas, y con las cosas, a las gentes, el trato adecuado y merecido. Como decimos aquí en Galicia, tiene tranca y retranca. Tan meticuloso él que incluso recoge aquellas lluvias torrenciales del invierno del 57, alternando con fuertes sirocos; tan torrenciales que arrastraron por la cuenca del asif Ifni unos cajones del campamento del Batallón Simancas, ubicado en la propia vaguada, y al día siguiente, ¡otro patetismo!, los soldados buscaron sus pistolas en el fango.

¡Hay tantas cosas inéditas que decir del asedio de Ifni que Antolín, con lo animoso, con lo meticuloso y con lo ocurrente que es, con lo que de ello sabe, seguro que nos deleitará con una ampliación de esta novela histórica, con otra publicación de igual éxito! Mientras tanto, no puedo, ni quiero, ni debo concluir esta somera presentación sin agradecerle que nos haya honrado con esta primicia divulgativa de su obra, especialmente dedicada a los combatientes de Ifni, a los que tanto se escatimaron los lauros, los homenajes debidos y merecidos, entre los que se cuentan miles de gallegos, principalmente del Grupo de Tiradores, cuyo capellán, y sólo por referir una anécdota que me parece ilustrativa de aquellas carencias, imprevisiones y penalidades, el lucense Pedro Sánchez Pumariño, que se hizo famoso en vanguardia, siempre en vanguardia, como un soldado más, cargando con su macuto de botellas de ginebra que fue utilizando caritativamente como anestesia en aquellas curas de caballo del frente, tantas que hubo.

Gracias, Antolín; señoras y señores, gracias por su atención,

Xosé María Gómez Vilabella
http://gomezvilabella.blogspot.com
19-11-2011

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